Trabajando el día que
Dios descansó
Lo que para ti no sirve, quizás a otro sí. Irene tiene 39
años y hace 6 años se dedica junto a su familia a vender cortinas y edredones
de segunda mano. Todos los domingos a las 6 de la mañana llega a la avenida Alto de la alianza, extiende
un plástico azul de 3 metros cuadrados y riega sobre él todos sus productos. El
resto de la semana va en busca de “nueva” mercancía. Conoce gente en la molina que le vende lo que ya no usa a
muy bajo precio.
Muñecas sin cabeza, audífonos rotos, adornos navideños
polveados y ropas desgastadas se venden
regadas en el piso a un par de soles. En las avenidas colindantes a la estación
Grau se puede encontrar de todo, desde
inodoros hasta cámaras HD. Irene es solo una de las tantas vendedoras que
improvisan una feria el fin de semana.
Todo el movimiento empieza a las 6 de la mañana, que es
cuando vienen los clientes más gordos. Ellos se llevan la mejor mercadería del
lugar. Solo compran productos de marcas reconocidas a menos de la mitad de
precio. Aunque a la compra de los domingos suelen ir familias enteras, bebes en
coches, madres con bebés en brazo, todos caminando y observando bajo un intenso
sol como el de hoy.
La señora del extracto de frutas y verduras, tiene un
carrito ambulante como los que tienen por el centro de lima para la venta de
dulces. No hay muchos clientes en espera, pero la avenida está repleta de
gente. Todos bajan la mirada, como si se les hubiera perdido algo. Tropiezan,
pelean, otros se disculpan pero siguen su camino viendo los productos en el
piso.
Los Cds se venden a un 1.50 soles. La música del grupo de
moda retumba en los parlantes. Ella se
detiene, algo captura su atención, es un vestido negro colgado de uno de los
parantes que tiene la señora que vende ropa de segunda mano. Muchas mujeres
están observando las prendas, buscándole el defecto para pedir una rebaja. Liz quiere
comprar un vestido para la boda de su hermano, solo tiene 30 soles.
Ella tropieza con la señora que vende panes, sentada en una
banca de esas que usan para los niños de jardín, son panecillos pequeños del
tamaño de la mano de un niño. La vendedora se enfada y frunce el ceño. Liz avanza lento, hay demasiada gente y el
espacio es reducido. Levanta la mirada y ve las cuatro cantinas continuas. Las
peleas de los hombre ebrios son comunes, casi ni se oyen debido al alto volumen
de la música chicha.
Los vendedores beben cerveza helada, el calor es intenso.
Uno de ellos es obeso, tiene varios tatuajes en el cuerpo que exhibe sin
pudor. Leche, café, galletas,
lavavajillas son algunos de los productos que se venden a precios menores que
los del mercado. Aseguran que todavía no se vencen, aunque algunos compradores
pasan incrédulos. Pastillas, cremas,
maquillaje y productos de belleza de Unique, Esika o Czone son peleados por las
mujeres.
Aquí se vende ropa de segunda o hasta tercera mano a 1 sol
la prenda. Son montones de cerros de ropa con vendedoras gritonas. Ellas ríen
estruendosamente y la mayoría tiene el cabello oxigenado como el de las barbies.
Los puestos de comida se encuentran por todo el lugar, desde
chanfainita con ceviche y tallarines a 3 soles hasta lomo saltado a 5 soles.
Son carretillas azules, con 1 a 3 personas atendiendo a los comensales. Papas
rellenas a un sol, churros a 0.50 céntimos, chupetes y gaseosas invaden el
lugar con sus vendedores deambulando por todo la avenida.
Los locales aledaños son pequeños centros comerciales, donde
venden celulares, televisores plasma, laptops, sillones, camas, ropa de marcas
como Billabong, Rip Curl, All Stars, entre otras. Antes eran ellos los que
vendían afuera, en las calles.
Al doblar continúa el comercio, desde tuercas hasta losetas
para los baños, aunque por esta temporada los productos navideños son los más
solicitados. Los árboles navideños hechos a base de fierros con tiras de
cadenetas verde metálico, son la sensación a tan solo 30 soles.
Terminando la esquina está el puesto de comida de la selva.
Tienen un horno que es un cilindro de
lata. Su decoración consiste en hojas de plátano en todo el contorno, un gran
letrero con los principales platos, mesas con manteles azules y bancas de madera. El lugar está lleno, hay gente esperando.
El plato más vendido es juane con tacacho y con cecina, cuesta 18 soles.
La competencia en comida es fuerte, en el puesto del frente
venden ceviche de pata de chancho. Tienen alrededor de 6 mesas de 5 asientos,
los dos puestos están repletos. Es parecido al ceviche normal pero a cambio de
pescado tiene pata de chancho, su olor es fuerte e impregna los alrededores.
Los puestos de masajes son muy solicitados por los transeúntes
de este lugar, el servicio cuesta 5 soles. Son unas camillas, donde te
recuestas y con un poco de aceite, al aire libre le dices adiós al estrés.
Teteras llenas de polvo y oxidadas, objetos que tú crees que
ya no le servirían a nadie. Todos ellos están
hay exhibiéndose, buscando a su comprador adecuado. Al promediar al
mediodía todo está vacío y solitario, el
personal de limpieza le da batalla a la
basura. Se termina la jornada, será hasta el próximo domingo.